lunes, 7 de diciembre de 2009
Hugo Pratt y Corto Maltés
Cuando con 15 años mis amigos que soñaban con ser escritores algún día querían parecerse a Hemingway, y los amantes del cine querían imitar a Ingmar Bergman, yo no quería ser Velázquez, ni Rembrandt, ni Miguel Ángel, yo quería ser Hugo Pratt. Hoy ya sabemos que tanto Hemingway como Bergman están sobrevalorados. Pero Pratt sigue siendo Pratt. Y es que, como decía Milo Manara, "Pratt es Pratt, es Pratt, es Pratt". Tanto que acabó haciéndolo personaje de uno de sus tebeos ("H.P. y Giussepe Bergman").
Y es que, aunque su dibujo tenía todas las papeletas para no gustarme nada (líneas muy simples, trazos de pincel aislados rompiendo grandes masas blancas, viñetas sin apenas detalle...) primero sus guiones de Corto Maltés, y luego el descubrir que la aparente falta de detalle en realidad no era tal, que la labor de documentación era ingente, y que su dibujo tan esquemático era una abstracción y mostraba sus influencias de las shilouettes del XVIII o el teatro de marionetas indio, me hizo tener mi Epifanía.
A Pratt lo descubrí gracias a las revistas infantiles italianas (como el Corriere de Ragazzi) que traía mi padre de sus viajes, y que incluían tebeos del propio Pratt, Hernández, Battaglia, Toppi, y un montón más que luego serían mundialmente conocidos.
Posteriormente Norma lanzó en España toda la serie de Corto y alguno de sus otros álbumes (Verano Indio, Wheeling...), e incluso publicó los Cortos coloreados, lo cual me cabreó bastante. Simplemente se añadieron tintas planas a cada viñeta, no sé si para atraer a más público o para venderlos más caros, rompiendo el encanto del blanco y negro original de Pratt.
A mí me extrañaba que en los cómics de Corto Maltés hubiera viñetas que se repetían variando tan sólo los diálogos, algo que contravenía todo lo que parecía ser el lenguaje cinematográfico del tebeo. Y que parece ser exclusivo de los guiones creados por el propio Hugo, ya que en otras series distintas a las del marino maltés no aparecen estas repeticiones.
Y es que Pratt no sólo consiguió crear un arquetipo único universalmente reconocido (Corto), sino que sus extravagantes guiones repletos de personajes que aparecen y desaparecen como por arte de magia, la presencia de lo esotérico (Boca Dorada, chamanes indígenas, derviches, brujos indios que hablan distintas lenguas en sus trances...), la cuidada ambientación de cualquier zona del mundo de la época 1900-1930, los pequeños detalles históricos soltados como miguitas de pan en cada capítulo, hacen que enseguida te sientas al timón de su velero rumbo a la Escondida, su isla de atraque. Lo que no evita que haya auténticas idas de olla como el volumen de "MU" y algún otro.
Y es que todos hemos querido ser Corto en algún momento u otro de nuestras vidas. Aunque una relectura no tan entusiasta nos muestra el maniqueísmo de los álbumes de Corto Maltés, y las constantes contradicciones del propio Corto, ¿a quién le importa cuando puedes recorrer los Mares del Sur, y tener a las más bellas mujeres entregándote su corazón?
¿Hay que hablar de sus mujeres? O malas malísimas (y más inteligentes que sus enemigos) o femme fatale por las que uno daría todo, y que sin embargo siempre prefieren a Corto (y aún así es imposible sentirse celoso del audaz marino). ¿Cómo no enamorarse de una dicesiesañera como Pandora Groovesnore más valiente y firme que muchas adultas? ¿O de la peligrosa Shangai-Li, tan atractiva como mortífera?
Pratt hace tiempo que nos dejó, tras una vida que el propio Hemingway hubiera deseado, casi tan azarosa como la de su principal personaje. Pero Corto, como un Hamlet, o un Quijote, va a seguir mucho tiempo entre nosotros.
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Tayete, no soy suficientemente hombre para opinar sobre el Corto Maltés ni sobre Pratt. Me quedo con lo que decia Namara, ES PRATT, ES PRATT.
ResponderEliminarUn saludo y un abrazo!!!
El caso es que Corto, si lo conociéramos en la realidad, a lo mejor caía mal, por cínico, por chulo, por guapo, por llevárselas a todas...pero aún así, ya no quedan hombres como él (si es que alguna vez los hubo).
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