Hoy, aprovechando que he tenido bastante tiempo (he hecho deporte con los amigotes, he dibujado un ratito...) he hecho una acuarela más grande (A3), para seguir practicando. Y el tema seleccionado ha sido
LÉOLO
, una película de los 90 de
Jean Claude Lauzen, un malogrado cineasta canadiense que murió junto a su novia en un accidente de avioneta, sin haber empezado su tercera película.
Recuerdo haberla visto en el cine dentro de la Seminci (festival de cine de Valladolid), donde a la postre se llevaría la Espiga de Oro, y salir en shock. Luego la he visto un millón de veces más y analizado cada fotograma, pues es sencillamente una maravilla. No sólo tiene uno de los guiones más impactantes (y tristes) que he visto, sino que los actores, la fotografía, la banda sonora (los
Rolling, Loreena Mckermitt, Tom Waits, mezclados con villancicos barrocos españoles) hacen una obra redonda.
Cuenta la historia de un niño (Léolo Louzon, empeñado en italianizar su nombre como Léolo Lozonne) en un barrio de Montreal, y su vida rodeado de su familia con taras mentales de lo más variopinto, de las que sólo se salvan su madre y él. Su casa sólo tiene un libro abandonado en ella para calzar una mesa por el Domador de Versos, y Léolo busca consuelo cada noche en él y en su cuaderno, mientras por la puerta de su armario canta desde Italia Bianca, su vecina, a la que él llama cada día:
"Bianca, mi amor, mi único amor, mi Italia".
El libro que Léolo lee es
L'avalée des avalés de
Rejean Ducharme (otra singularidad, pues Ducharme - también canadiense -, es un novelista del que ni se conoce su aspecto ya que no se le fotografía desde los 60) y que no hay forma de encontrar traducido al español. Ni siquiera Amazon tiene una traducción al inglés, y mi francés está un poco oxidado como para meterme con una obra de esa enjundia.
Es una lástima que sea una película tan poco conocida, y de hecho creo que no hay ni versión DVD, aunque sus seguidores somos fanáticos de ella y podemos recitar párrafos enteros de la misma. Así que, para acabar, el párrafo final de la película,
Ajuán seguro que lo entiende
."A ti la dama, la audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio. Tú, que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar... te he pagado cien veces mi deuda. De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de la mentira, que tú misma, me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud, no era como el viejo interludio y sí, una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad. Porque sueño yo no lo estoy. Porque sueño... sueño. Porque me abandono por las noches a mis sueños antes de que me deje el día. Porque no amo. Porque me asusta amar. Ya no sueño. Ya no sueño".